BIOGRAFÍA DE JOSÉ MARÍA FERNÁNDEZ COLAVIDA

ASOCIACIÓN ESPÍRITA "JOSÉ GROSSO"

Nos ocuparemos, en las líneas siguientes, de uno de los personajes más destacados y relevantes del movimiento espírita español del siglo XIX, personaje tan mencionado y recordado como desconocido, pues en nuestra búsqueda de datos biográficos, hemos encontrado muy poca información sobre él, teniendo en cuenta su amplia y dedicada labor a la divulgación del espiritismo, hecho que debemos agradecer a la fratricida e injusta guerra civil española, con las consecuencias dictatoriales que asolaron el territorio español por cuarenta años, y que barrieron de nuestra geografía toda expresión de libertad y justicia.

España era, en la época de nuestro protagonista, una de las primeras potencias mundiales en materia del espiritismo, y este hecho propició que fuera Barcelona la primera ciudad en contar con un congreso espiritista internacional, congreso que nombró a D. José María Fernández Colavida como presidente honorario, como justo tributo a toda una vida de dedicación a la causa espírita. Lamentablemente, Colavida no pudo asistir a dicho congreso debido a su precario estado de salud, que a la postre le llevaría a la desencarnación en ese mismo año, solo unos meses más tarde de que se celebrara el congreso.

En estas líneas expondremos algunos aspectos de su biografía así como algunos de sus pensamientos, pero no podríamos hacerlo sin antes declarar que esta es una biografía incompleta, puesto que en nuestra búsqueda de material para la misma, hemos encontrado poca información para formarnos una imagen cierta de su persona. Además, la mayoría de los datos que damos no son originales, es decir, provienen de terceros, por lo que tenemos que declarar con toda honestidad, que no somos los autores de la misma, siendo nuestro papel el de recopilar información de otros que nos precedieron en nuestro trabajo.

Así mismo, reconociendo que nuevos datos podrán modificar o ampliar partes de esta síntesis biográfica, mantenemos abierta esta exposición para recoger nuevos datos y aportes que nos hagan conocerle mejor, por lo que hacemos una invitación a quienes dispongan de otra información no presente en este artículo, a que nos ayuden a completarlo.

D. José María Fernández Colavida nació en una familia medianamente acomodada en el año 1819 un 19 de marzo. La ciudad que le vio nacer fue Tortosa, provincia de Tarragona. Fue el mayor de ocho hermanos, aunque este dato es anecdótico, puesto que de ellos nada se sabe, al menos, nada hemos podido encontrar en nuestras investigaciones. Según algunos datos biográficos, el joven recibió de parte de sus padres una formación bastante esmerada, en consonancia con las más altas posibilidades educativas de su época, aunque sus estudios de juventud se vieron prontamente truncados por revueltas políticas que le obligaron, junto con su familia, a abandonar Tortosa.

Su padre se llamaba D. Pio, y pertenecía al gobierno militar, en el que desempeñaba el cargo de secretario, además era político de Tortosa por lo que a la muerte del Rey Fernando VII fue perseguido y asediado hasta que fue destituido de sus cargos públicos. Además, el infortunio no hacía más que empezar, y tuvo que vivir el exilio y el destierro obligado por las continuas persecuciones a las que tanto él como su familia fueron sometidos. Estos incidentes fueron vividos de forma consciente por nuestro biografiado, y sin lugar a dudas marcaron su infancia y su pensamiento posterior. Son sin duda estas vivencias, las que formarían su carácter luchador y pacifista, volcado hacia los que sufren, haciendo de la caridad su meta y su forma de vida. Pero para eso, aún debería pasar por diversas vicisitudes.

En el año 1835, el día 1 de noviembre, José María Fernández Colavida, cuando solo contaba con 16 años de edad, ingresa bajo el mando Luis Llagostera, comandante del ejército Carlista del cuerpo de Aragón, Valencia y Murcia, en la 6ª compañía del 1er batallón de Tortosa, haciendo toda la campaña denominada “de los siete años” en la que toma parte de los episodios más importantes de la misma y llegando al grado de Teniente Coronel.

Después de una heroica defensa del castillo y plaza de Morella, es tomado prisionero y trasladado a Cádiz junto con otros prisioneros de guerra, y allí se informa de que su padre había fallecido fusilado. Esto sucede el día 15 de julio como consecuencia de una traición de alguien que pasándose al campo contrario, lo delata y revela el lugar donde D. Pio se refugiaba junto con su familia.

En Cádiz permanece prisionero hasta el día 25 de septiembre de 1841 en que es puesto en libertad, llegando a su ciudad natal el día 10 de octubre del año citado. Se traslada entonces a Barcelona, donde con escasos recursos, consigue terminar la carrera de notario, cargo que nunca ejercerá profesionalmente.

Para terminar con estas breves reseñas sobre su participación en la vida pública y política de su época, voy a hacer mención a un hecho digno de destacar, porque de ser cierto, revelaría su amplia influencia en la lucha por la paz y la libertad. Aún así, tenemos que ser honestos y declarar que no hemos encontrado pruebas que confirmen que lo narrado sea históricamente cierto, y si hacemos mención de ello es poniendo una duda razonable sobre su veracidad. ¿Por qué lo incluimos entonces? Por la sencilla razón de haberlo encontrado en una de sus biografías y además, para invitar al lector a que nos dé luz sobre este asunto si tuviera información que a nosotros se nos escapa.

Transcribimos las palabras siguientes de los apuntes biográficos que sobre José María Fernández Colavida hemos encontrado en la Web del Grupo Espírita “Entre el Cielo y la Tierra”, y que reproduce un artículo de la revista: “La Luz del Porvenir” del mes de Enero de 1889, donde se hacen apuntes biográficos sobre nuestro protagonista y que está firmado ni más ni menos que por la insigne Amalia Domingo Soler, lo que da una validez a esta información por la cercanía de quien escribió con el biografiado.

“Cuando la última guerra carlista, con todo su aparato de horrores, estaba en el más alto grado de su apogeo, surgió la idea de terminar tan fratricida lucha, que convertía el suelo patrio en teatro de sangrientos y horripilantes dramas. No diremos que fuera Fernández el que primero lo intentara, pero si consta que fuel el que más directamente influyó cerca de su antiguo jefe D. Ramón Cabrera, para que este publicara su célebre manifiesto, en cuya redacción hay quien supone que intervino, y que fue la aurora mensajera de la paz entre hermanos.”

Dejamos aquí su vida política y pasamos a centrarnos en su carácter de espírita que es, por motivos obvios, lo que más interesa a nosotros.

Fernandez Colavida fue educado por sus padres en la religión cristiana, que en España estaba dominada por el catolicismo, por lo que en sus primeros pasos de existencia fue católico, aunque sin dejarse llevar por ningún sentimiento de fanatismo o excesivo celo dogmático, sentimientos que no estaban en coherencia con su carácter racionalista.

No tardó mucho en sentir una lucha interior entre lo que intuía de las leyes espirituales y los ritos, sacramentos, liturgias, dogmas y doctrinas de la escuela católica, que no satisfacían su fuero íntimo. Esto le llevó a pensar en la publicación de un periódico de carácter conciliador, donde expresara sus sentimientos en materia de fe y sus aspiraciones religiosas. (Este dato pertenece al mismo artículo de Amalia y que hemos citado arriba, encontrándose también en otras fuentes de las que no sabemos la autoría, pero no está claro si al final llevó a cabo tal empresa. Lo que sí se puede desprender de los textos, es que esta idea la gestó antes de conocer el espiritismo)

En un viaje que realizó a Madrid oyó hablar por primera vez sobre espiritismo, lo que despertó su interés por esta nueva ciencia. No tardó en estudiarla con su espíritu reflexivo y racional, encontrando en la doctrina codificada por Allan Kardec, respuestas satisfactorias a todas sus inquietudes filosóficas, espirituales y de orden ético, convirtiéndose en un abnegado y brillante defensor de las ideas espiritistas, puesto que como hombre consciente y comprometido con la sociedad, vio que esta nueva doctrina ofrecía los recursos para sacar a la humanidad de la oscuridad materialista, (en aquella época ganando terreno a las doctrinas dogmáticas defendidas por las religiones), y se entregó en cuerpo y alma a su divulgación y expansión, haciendo en él válida aquella afirmación de Amalia Domingo Soler: “El hombre[1] recto no satisface su conciencia hasta que no trata de hallar para los demás el bien en el que él descansa”. Esto ocurrió, según fuentes bibliográficas, hacia el año 1858[2].

Sin lugar a dudas, como en cualquier ser humano consciente, su acercamiento al espiritismo significó un cambio en su vida. El espiritismo, cuando es bien entendido y comprendido, no significa simplemente un cambio de pensamiento en relación a los problemas significativos y transcendentales de la existencia, sino que implica un cambio también en cuanto a nuestro comportamiento, es decir, en cuanto a nuestra propia vida, y fue lo que significó el espiritismo para nuestro protagonista.

No hay datos a este respecto, pero imaginamos a Colavida estudiando el espiritismo y absorbiendo sus principios no como dogmas de fe que venían a sustituir sus inquietudes religiosas anteriores, sino como principios fundamentados en la más profunda racionalidad, que abrían una visión de la existencia, del alma y de Dios completamente nueva para él.

Atrás quedaron los cultos, los ritos, los dogmas. La razón se convirtió en su guía y sus inquietudes espirituales quedaron satisfechas por el mensaje de los espíritus, que tan bien supo codificar el preclaro maestro de Lyon. La creencia se convirtió en certeza y esa certeza le lleva a comprender que la verdad debe divulgarse, que no se puede mantener escondida sino servir de luz para la humanidad.

Muy pronto entra en contacto con Allan Kardec, con el que mantuvo una importante correspondencia, siendo el receptor de las obras que envió y que fueron quemadas en aquel vergonzoso acto de fe, celebrado el día 09 de octubre de 1861, que quedaría marcado a fuego en la historia del espiritismo mundial. Pese a esto, no se desanima y continua su correspondencia con el maestro, recibiendo nueva remesa de obras espíritas, recibiendo del plano espiritual, (según algunas biografías) el encargo de traducir el libro de los espíritus y las obras básicas y fundamentales del espiritismo que habían visto la luz hasta ese momento, lo que ejecuta eficientemente, siendo el primero en realizar una traducción de la obra espírita al español, hecho que por sí solo, ya merecería de todos nosotros la más sincera y cariñosa gratitud.

Este trabajo de traducción y publicación de las obras de Allan Kardec no fue el único legado que nos dejó, puesto que en el año 1869 fundó el Centro de Estudios Espiritistas de Barcelona, donde prosiguió con su incansable afán de hacer que las ideas espíritas se expandieran, pero no solo eso, no solo perseguía su expansión, sino también su comprensión, en la certeza de que en el espiritismo el número no es lo más importante, sino también la calidad, siendo preferible contar con 10 espíritas perfectamente formados y conocedores del espiritismo, que con 100 que lo conocen a medias, pues éstos últimos más que bien, pueden hacer mucho mal al espiritismo. Veamos lo que escribió en la Revista Espiritista, periódico de Estudios Psicológicos, que también fundó y que vio la luz en el mes de Mayo de 1869:

“Estudiad el Espiritismo, practicadlo con conciencia y sin ideas preconcebidas, no olvidando nunca vuestra razón, y entonces al divisar la aurora, tendréis momentos en que quedaréis deslumbrados”

Estas palabras bastarían para comprender cómo sentía y vivía nuestro biografiado el espiritismo. Lo consideraba como una ciencia que debe ser estudiada, pero no solo eso, sino como una filosofía de vida, una filosofía racional que establece la necesidad de una vivencia ética y moral como consecuencia de las conclusiones a las que llegamos por medio del único elemento que puede guiar nuestro camino sin perdernos, la razón. Cuando así se siente y comprende el espiritismo, cuando así se vivencia, la lógica y sencillez con que se reviste nos deja “deslumbrados”.

Motivado por ese deseo, escribe en las primeras páginas de la revista ya citada:

“Nuestro ferviente deseo de publicar esta Revista, es contribuir, como ya lo han verificado Madrid y Sevilla, con publicaciones de la misma naturaleza, a que la nación española no quede rezagada en el movimiento regenerador que se está operando en el mundo entero y en particular en la Europa y las Américas ilustradas. A este fin invitamos encarecida y especialmente a que se ocupen de los estudios, objeto de esta Revista, a todos los afligidos que necesitan consuelo, a los hombres de buena voluntad y no satisfechos, y a los hombres de ciencia que sin ideas preconcebidas, deseen la investigación de la verdad y quieran elevar su espíritu a otras regiones, donde se respire una atmósfera serena y vivificadora”.

Otro aspecto a tener en cuenta de su vida, es su labor en favor de los menos favorecidos. A este respecto, según hemos podido deducir, nunca dudó en utilizar sus recursos económicos, no muy boyantes, para favorecer a los que estaban en peores condiciones que él, lo que propició que viviera toda su vida pobre. Muchos afirman que este aspecto anuncia su labor caritativa, adaptando de esta forma su comportamiento a la propuesta espírita de que fuera de la caridad no hay salvación.

Sin lugar a dudas, nos sumamos a este pensamiento, pero no quisiéramos restringir su labor caritativa a la simple limosna que ofrece el recurso material que al otro le falta. Su labor caritativa es mucho más profunda y significativa, en la certeza que tenía, que la mayor caridad que podemos ofrecer a la humanidad, es la educación en valores espirituales. De esta forma, al precisar los objetivos que le movían en la creación de la Revista, escribe una profunda y significativa carta a todos los destinatarios de la revista, en la que les invita a la acción por la divulgación de la verdad, poniendo a disposición de todos las columnas de su humilde publicación para que la solidaridad y la fraternidad sean las directrices que guíen a la humanidad. Escribía en cuanto al propósito de la revista:

“Nuestro norte es la caridad, por lo que no cabe sospechar que nos guíen mezquinos intereses. Trabajamos únicamente con la idea de propagar para fortalecer los espíritus abatidos y allegar socorros a los necesitados, a esto se reduce toda nuestra misión, fácil con vuestra ayuda, difícil para nosotros solos. Hace más de diez años que emprendimos esta penosa tarea en nuestro suelo, pero tropezaríamos con las trabas oficiales y esto nos ha privado ensanchar el círculo de nuestras relaciones como lo han hecho los hermanos de países más tolerantes”.

Paralelamente a la formación de la revista, funda la Sociedad Barcelonesa Propagadora del Espiritismo, con la finalidad de contribuir a la propagación y divulgación del espiritismo, siendo el libro: “El evangelio según el espiritismo”, el primero publicado por esta sociedad.

Al Evangelio según el Espiritismo le siguió, en palabras de Fernandez Colavida, una notable obra de Stecki titulada: “El espiritismo en la Biblia”. Hasta el año 1875, se publicaron el resto de las obras de Allan Kardec, además de las siguientes obras: “Verdadera doctrina espiritista”, “Armonía de la fe y la Razón”, “Armonía Universal”, “Melodía por el Espíritu de Isern”, “Celeste”, “Ensayo de un cuadro sinóptico para la unidad religiosa”, la novela espiritista “Leila, pruebas de un espíritu”, “Catecismo Espiritista”, de Navarro Murillo “Lecciones de espiritismo para niños”, “El espiritismo es la Moral”, “Tinieblas y luz”, “Contra las corridas de Toros” y la admirable obra de Gabriel Delanne: “El Espiritismo ante la Ciencia”.

Sin lugar a dudas, un proficuo y amplio trabajo.

Otro aspecto que caracterizó su amplia labor espírita, fue la abundante correspondencia que mantuvo con espíritas y simpatizantes que, conociendo su dedicación a la causa espírita, le escribían para solicitarle consejo y orientación. En este aspecto es donde más destaco la figura de Colavida, pues según citas de los que le conocieron, no hubo carta que quedara sin respuesta, obligándole a una dedicación diaria que le ocupaba largas horas.  Se afirma, que si toda esa correspondencia se hubiera guardado, revisado y catalogado para su publicación, tendríamos una obra de bastas proporciones y de un profundo e importante contenido. Pero su labor no se circunscribió únicamente a la divulgación del espiritismo y a su vivencia moral, su campo de trabajo también abarcó la investigación mediúmnica y paranormal, realizando múltiples e importantes estudios en el campo del Magnetismo Animal, convirtiéndose en un pionero dentro de la visión que ofrecía el espiritismo de estos fenómenos.

Como hábil y poderoso magnetizador, realizó investigaciones sobre los fenómenos de sonambulismo cuyos resultados y conclusiones fue publicando en la revista de la que era editor, aportando un importante arsenal de documentación científica corroborando la idea de la inmortalidad del alma y de los fenómenos psíquicos como encuadrados dentro de las leyes naturales, y por lo tanto observables y ponderables.

De todos los “sujetos” que estudio y analizó, cabe destacar la figura de Dª Ana Campos, con la cual estuvo casado durante 16 años y que pasó a la vida espiritual el día 5 de Mayo de 1882, seis años antes que él. En Ana Campos encontró la compañera que le comprendía y le ayudaba en sus trabajos, además de una médium sonámbula de excelentes facultades que aportó mucho en la investigación de las facultades psíquicas, sobre todo en relación al sonambulismo lúcido y en los fenómenos de bicorporiedad, estudiados por Colavida y constatados por el grupo “Marietta” de Madrid, que pudieron observar cómo, estando en Barcelona en una sesión presidida por Colavida, ella se apareció perfectamente en Madrid en una reunión que estaba realizándose de forma paralela, confirmando en fenómeno producido.

Lamentablemente no pudo cumplir uno de sus sueños, que era publicar una obra con los resultados de todos sus trabajos. Conocidos suyos escribieron que cuando estaba ya muy enfermo, en los días en que la enfermedad le daba una pequeña tregua, en conversaciones íntimas, les confesaba que le hubiera gustado llevar a efecto esa empresa, pero la inexorable ley biológica nos alcanza a todos, y a la vez que su espíritu se elevaba en comprensión y lucidez, su cuerpo se apagaba para permitir que el espíritu brillante y firme volviera a su patria, a su verdadera casa, donde todos aquellos que le precedieron en la tarea espírita estaban esperándole para recibir al trabajador justo y valeroso, que después de una jornada de duro trabajo regresa a su casa a recibir el cariño y afecto de los que le aman.

Y así, rodeado por personas que le amaban, por aquellos que habían tenido la suerte de compartir su rica existencia, de aquellos que habían sido esclarecidos por sus conocimientos y consolados por sus palabras sabias, pasó al mundo espiritual el día 1 de Diciembre de 1888.

Terminamos este modesto trabajo, reproduciendo una poesía de nuestra querida Amalia Domingo Soler, que escribió a efectos de la desencarnación de su amigo, hermano y compañero espírita:

Ha perdido la escuela espiritista
uno de sus más firmes campeones,
¡feliz aquel que con valor conquista
la fe de sus profundas convicciones!

¡Feliz el que consagra una existencia!
a defender su credo sacrosanto,
y busca en los arcanos de la ciencia
el medio de enjugar mares de llanto.

Feliz el que proclama con anhelo
de la verdad sublime la enseñanza
y a todos los que gimen abre un cielo
y al náufrago da un puerto de bonanza.

Esto Fernández hizo, convencido
que la verdad suprema poseía,
con un trabajo nunca interrumpido
ni en sus postreras horas de agonía.

Dejó de difundir los resplandores
del astro que su mente iluminaba,
matizando con vívidos colores
cuanto en su noble anhelo pronunciaba.

Fuel el Kardec español, a su memoria
debemos erigir un monumento,
que bien merece perpetuar su gloria
el que tuvo tan claro entendimiento.

El que supo luchar con heroísmo
aunque sus libros consumió la hoguera,
apóstol del moderno espiritismo
de la fe racional clara lumbrera.

Duerma tu cuerpo, no en humilde fosa,
que mármoles merecen tus despojos,
para el que tuvo vida tan honrosa
y por su ideal sufrió tantos enojos.

Debemos levantar a su memoria
gigante monumento de granito
para su nombre la terrena gloria
para su alma… la luz del infinito.




[1] Recordemos que en la época en la que Amalia escribió, se usaba la palabra “hombre” de forma genérica para designar al ser humano, y en la propia palabra va implícita también la idea de mujer. Hoy lo correcto hubiera sido emplear “el ser humano” y no la expresión “hombre”.

[2] Este dato lo hemos encontrado en algunos artículos donde se hace mención a su biografía. Lo incluimos aquí por ser una idea general, pero debemos declarar que el dato, cuanto menos, nos parece digno de mención, considerando que el libro de los espíritus se lanzó, en su primera edición, en el año 1857, lo que implicaría que de ser cierto, un año después la obra madre del espiritismo ya se encontraba en España y habría conseguido que un número crítico de personas se interesase por él, lo que implicaría una expansión y crecimiento digno de notar de la filosofía espírita.

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