Epigenética

Juan Manuel Ruiz

"A través de la Epigenética se nos revela el eslabón perdido entre la vida cotidiana y la consciencia.”
                                                           (Gregg Braden )


Hemos llegado a un punto de inflexión en el aprendizaje humano en que se hace imprescindible (por el mismo impositivo del progreso) una reflexión más profunda sobre la naturaleza  del ser, superando las limitadas concepciones del racionalismo y el positivismo, pues ni las posturas innatistas ni las genitistas son la única referencia a tener en cuenta en el complejo entramado biológico-espiritual de la persona;  no son la única respuesta... aunque formen parte de la misma.

El azar, las variables múltiples, etc., nos indican ya de partida que el ser humano es una realidad ontológica, trascendente, que no se configura en exclusiva por las explicaciones de la genética o la herencia.

Según investigadores y autores como F. Capra (<<El tao de la física>>), la Física subatómica invirtió completamente el concepto de materia de la Física clásica, y conduce a una nueva e imprescindible fase donde la Ciencia, filosofía y religión ya no se encuentran separadas. El principio de incertidumbre de Heisemberg y la mecánica cuántica de Bohr y otros, conecta esencial y admirablemente con la escuela de Mileto (siglo VI a. C.), las enseñanzas del Budismo o el Zen, así como el Tao de la China milenaria y por supuesto la doctrina espiritista (París, 1857).

No solo es que el hombre no está meramente limitado al quimismo somático o a la carga genética (por mucho que ambos influyan); es que ni siquiera la biología es el único campo de expresión humana, pues la fuente esencial que todos somos, continua expresándose en otros campos una vez finalizado el ciclo biológico.

Los genes forman parte de un campo mayor, son solo una parte de la verdad, y la verdad...(o los caminos que nos llevan a ella) es multidisciplinar. La genética es determinante, pero también lo es la mente... y esto es algo que no podemos dejar pasar por alto a estas alturas del siglo XXI.

La idea aprendida (sí, porque la ciencia también adoctrina) de que nuestro destino está fatalmente escrito en nuestros genes es un derivado del anticuado concepto científico conocido como determinismo genético; por mucho que una buena parte de la ciencia y del público permanece en este punto, este concepto comenzó a ser cuestionado (y para muchos ya está totalmente obsoleto) a mediados de los 80´s, cuando se concretó institucionalmente el Proyecto Genoma Humano (PGH).

Los genes no controlan la vida de manera absoluta; la vida (en tal caso) está controlada por un campo, un algo por encima de lo genético... Este planteamiento de cómo la vida funciona nos provee del elemento más importante en la búsqueda de nuestro propio potencial y expresa nuestro papel de coautores de la realidad universal.

Cuando alguno de nosotros tiene un padre diabético o un hermano con cáncer,  en nuestro subconsciente solemos fijar que también esto nos puede pasar, y todo porque lo asociamos con algo hereditario. Si esa fijación es lo suficientemente persistente y le damos una “presencia” real, podemos transferir elementos vibratorios negativos del subconsciente al consciente (y de este al soma), y entonces podemos llegar a manifestar esa dolencia u otro tipo de desarmonía. Desde niños nos programan en la creencia de que lo que dice un médico es incuestionable, y sin embargo, esto no siempre es así.

Tras la finalización del código del Genoma Humano en 2001, considerable número de científicos se han dado cuenta que hay mucho factores no genéticos que intervienen en el desarrollo, o no, de las enfermedades, como pueden ser el medio ambiente o nuestros pensamientos (según sean estos positivos o negativos).

El biólogo celular Bruce Lipton, autor del best seller: <<La biología de la creencia>>, es uno de los principales representantes de la nueva biología, aquella que apuesta por la superación del paradigma darwinista, aboga más por la tesis de Lamarck (la influencia del entorno) y considera muy relativa la idea de que los genes son el auténtico motor de la vida. Lipton enfatiza la importancia del pensamiento positivo como hábito diario, educable: “Nuestro cuerpo es energía, nuestros pensamientos son energía. Toda esta energía influye en nuestra biología, de forma directa o indirecta.”

Gregg Braden  (ingeniero y diseñador de sistemas aeroespaciales, autor de <<La matriz divina>>) explica que genéticamente nuestro ADN cambia con las frecuencias que producen nuestros sentimientos, y demuestra cómo es que las frecuencias energéticas más altas, que son las del amor, impactan el ambiente de una forma material produciendo cambios no sólo en nuestro ADN (específicamente en lo que nuestros científicos llamaron "ADN basura" porque no encontraban su utilidad), sino en el ambiente que nos rodea, de una forma material.


Los genes son determinantes en nuestra biología...pero no de manera absoluta, pues nuestra consciencia tiene un papel no del todo imaginable si no vamos más allá del pensamiento racional-lineal.

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