Del otro lado de la vida

Revista: Espiritismo y Ciencia.

Es verdad que existen personas que ni siquiera creen en la existencia del alma. Para estas, cuando el cuerpo físico cesa su existencia, todo acaba. Pero la gran mayoría de la población del planeta, cree que, después de la muerte, la vida continua en otros planos de existencia tan intensa o más que en la Tierra.

Es muy posible que nunca en la historia se haya discutido tanto el tema de la vida después de la muerte “como ahora”. La facilidad con que las ideas son comentadas y divulgadas ayuda mucho.

Parece que, cuando más la sociedad se inclina al materialismo (bien por el consumo desenfrenado o debido a las necesidades básicas de la vida), las personas procuran más saber al respecto de ese mundo invisible y desconocido para la mayoría de los humanos.

Es verdad que las descripciones de las dimensiones superiores son tan antiguas como las religiones. Pero después de la detallada descripción establecida por André Luiz a través de Chico Xavier, la cantidad de relatos respecto al mundo espiritual aumentó mucho. Algunos médiums dicen que hoy el mundo espiritual se encuentra más próximo del mundo material, de ahí la facilidad con que los relatos han sido transmitidos, captados y canalizados.

No todas las personas concuerdan con lo que se dice sobre el mundo después de la muerte y se producen disputas violentas al respecto. Pero la discusión es siempre interesante, desde que se haga con educación. Para muchos pensadores, no hay duda de que los conceptos cristianos de Cielo e Infierno, todavía están muy presentes, principalmente en la cultura occidental, pero de manera general las nociones sobre la vida después de la muerte, se han extendido más allá de esa visión, considerada insuficiente para explicar la complejidad de la existencia de otros niveles.

Esas descripciones surgen de las más diversas corrientes de pensamiento, a veces tan antiguas como la humanidad, otras tan recientes que tienen dificultades en encontrar la credibilidad necesaria; para muchos estudiosos del tema, la credibilidad es una de las cuestiones centrales aquí. Con el crecimiento en el número de relatos y canalizaciones, el tema corrió el riesgo de ser banalizado o transformado en simple vehículo para personas mal intencionadas.

Siendo así, estamos en una carretera de dos direcciones: de un lado, nunca tuvimos tantos mensajes y con tantos detalles; por otro lado, nunca fue tan necesario desconfiar de estos mensajes o mejor, de los mensajeros. No hay duda de que el ego estropea y mucho, pues gran parte de las disputas ya citadas se dan en ese terreno pegajoso, corriendo el riesgo de falsificar los mensajes en nombre de intereses puramente materiales, incluso cuando eso ocurre de forma casi inconsciente.

Historia

Las nociones sobre el mundo después  de la vida que prevalece últimamente comenzaron a moldearse hace millones de años, en las culturas más antigua del planeta, y fueron sufriendo modificaciones con el transcurrir del tiempo.

En las antiguas civilizaciones del Oriente Medio la vida después de la vida era vista como algo sin muchos atractivos, prevaleciendo así la idea de que el ideal mismo era aprovechar al máximo la vida en la Tierra. Según los historiadores, los sumerios creían que el alma simplemente entraba en el “kur”, una especie de infierno, donde quedaba eternamente vagando sin objetivo; para llegar al kur,  necesitaba atravesar un río, conducida en una barca, visión que posteriormente resurgió en Grecia: el río era Estige; y el conductor de la barca, Caronte.  Algunos investigadores entienden que mucho de lo que fue escrito en la Biblia tuvo inicio, en verdad, entre los sumerios, como la idea del diluvio. De esa forma, es posible que para ellos la vida después de la muerte fuera más compleja.

Las civilizaciones de Asiria y Babilonia también se presentaban como teniendo una visión semejante sobre la vida del más allá, con las almas de humildes y poderoso yendo igualmente para el  “arallu”, un mundo subterráneo sin aire ni alimentos, del cual ningún alma regresaba. Demonios vigilaban las siete barreras que separaban el arallu del mundo de los vivos, y las recompensas para una vida correcta y de obediencia a los dioses eran distribuidas en vida. Dicen que los fenicios veían las almas como sombras que vivían en un mundo sin placeres, aunque tomasen todo el cuidado para sepultar  los cuerpos con sus objetos personales.

Varios historiadores entienden que la imagen de la vida después de la muerte que los patriarcas de la religión judaica tenían era de una existencia sin atractivos en una religión subterránea llamada “sheol”, o país de las tinieblas, del caos y del silencio. A partir del siglo I a.C, ya se escucha mencionar la felicidad que era reservada a los justos y, también en esa época, surge la idea de la resurrección de los muertos y de la eficacia de las oraciones de las almas para liberarlas de los pecados, noción que posteriormente impregnó el pensamiento cristiano.

Sin embargo, muchos historiadores afirman que la noción de un infierno y un paraíso, así como la resurrección, ya estaban presentes en la región en un período muy anterior con el zoroastrismo, que se desarrolló en Persia a partir del siglo VI a.C.

El otro mundo

Es difícil decir con exactitud cuál visión es más antigua de un mundo después de la muerte. Según los propios orígenes legendarios del zoroastrismo, la religión en sí tenía más de diez mil años, una vez que tiene origen entre los arianos que vivían en el norte de Siberia y emigraron para la región de Persia y de Indica hace veinte mil años.

Muchos investigadores, entienden que el punto de vista egipcio es más antiguo que el hindú, y los más osados afirman que las religiones del mundo nada más son que un reflejo de un conocimiento aún anterior, remontando a las civilizaciones de las Atlántida y Lemuria, con fechas que van de quinientos mil hasta dieciocho mil años.

El conocimiento de la dimensión espiritual sería, por tanto, anterior a las civilizaciones conocidas hoy por la historia y la arqueología, y habría sido traído hasta nosotros por seres de otros planetas, que poseían informaciones científicas sobre las demás dimensiones de la existencia. Ese pensamiento es rechazado por la mayoría de las religiones, doctrinas o líneas de pensamiento espiritual, encontrando resistencia hasta incluso dentro del espiritismo, a pesar de que Kardec hubiera citado la existencia después de la muerte en otros planetas.

Las descripciones católicas de la vida después de la muerte que se superponen a las demás nociones europeas presentaban un infierno, un purgatorio, un limbo y un paraíso, y acabaron volviéndose clásicas y preponderantes, incorporando la de los griegos, por ejemplo, que también creían en un juicio y en una especie de paraíso, los Campos Elysean.

En general se dice que las nociones de reencarnación es de un mundo extrafísico bastante activo propagándose en el Occidente a partir de mediados del siglo XIX con la teosofía y especialmente, con el espiritismo. Otros insisten que la Iglesia católica defendía la creencia en la reencarnación hasta la celebración del II Concilio de Constantinopla en 553, cuando se prohibió y consideró herejía. Los estudiosos cristianos no concuerdan con eso, afirmando que el asunto tratado era la preexistencia del alma. Sin embargo, el tema es discutido incluso hoy, y existen innumerables pasajes de la Biblia y de las palabras de Jesús que son presentadas como prueba de que él se refería a la reencarnación.

Lo que muchos especialistas afirman es que, de hecho, las ideas de la reencarnación y de una vida después de la muerte estaban casi totalmente dormidas en la Europa del siglo XIX, olvidadas, hasta que el mundo espiritual vio el momento de manifestarse. El interés público por el asunto comenzó a aumentar después de 1848; cuando las hermanas Fox afirmaron haber establecido contacto con los espíritus de los muertos, un verdadero interés  por los espíritus tuvo en cuenta el mundo, especialmente en Europa.

Esa situación se fijó con la publicación de EL Libro de lo Espíritus en 1857, por Allan Kardec. En 1875, Helena Petrovna Blavatsky dio su contribución con la fundación de la Sociedad Teosófica, que, a pesar de luchar incluso hoy, tuvo el mérito de más de un despertar de Occidente para innumerables orientaciones sobre el mundo espiritual y la vida después de la muerte.

Cambios

La verdad es que después de esa época nunca más fueron las mismas. Lo que era considerado como una visión restringida del catolicismo cedió cada vez más espacio para las ideas extremadamente bien organizadas respecto al mundo espiritual. Muchos dijeron que la tentativa de comunicarse con los espíritus era, a finales del siglo XIX, apenas un modismo y que por eso tantas personas se interesaban por el asunto. Otros, entretanto, entienden que esas tentativas de contacto el mundo espiritual representaban una verdadera  ansiedad de las personas, que no eran atendidas por las demás religiones o líneas de pensamiento espiritual.

La reacción de la demás religiones con el espiritismo fue obvia, una vez que la nueva doctrina prácticamente dispensaba los intermediarios entre el mundo material o el mundo espiritual, aunque la utilización de médiums fuese, y aún sea, una constante. Las personas comenzaron a percibir que incluso ellas tenían un don que, en determinados casos, las posibilitaba de entrar en contacto con esa otra dimensión, sin que fuese preciso el aval de un padre o pastor.

De una manera o de otra, ese tipo de consciencia parece haber impregnado el pensamiento espiritual del siglo siguiente, y hasta incluso a la ciencia, que pasó a investigar las manifestaciones mediúmnicas de forma jamás vista antes, especialmente en Inglaterra, donde científicos famosos como William Crookes se dedicaban a los estudios.

Las descripciones sobre el mundo después de la vida física dadas  por los espíritus se volvieron cada vez con más detalles, complejas y numerosas. Kardec se refirió a espíritus desencarnados viviendo en Júpiter y en otros planetas del sistema solar, aunque en una dimensión diferente de la que vivimos – una noción difícil de aceptar y debatir por la ciencia de la época, incluso hoy es común que las personas que llegan desconfíen de las llamadas “canalizaciones”, con su cantidad y variedad.

Más recientemente, las investigaciones en torno de las llamadas experiencias de casi muerte también abrirán un nuevo campo de estudios y especulaciones sobre el mundo del más allá, especialmente a partir de los trabajos de Raymond Moody y Elisabeth Kubbler-Ross. Ha sido demostrado que personas clínicamente muertas por algunos minutos – especialmente en medio de cirugías – llegaron a tener visiones de esa dimensión, aunque  sin la riqueza de detalles que los médiums presentaban. Se trataba de una indicación de que un fenómeno estaba ocurriendo.

La ciencia ortodoxa aunque se resiste a esas explicaciones y continua presentando alternativas para los fenómenos, los mensajes de los espíritus continúan sucediendo- y cada vez más. Parece, realmente, que la dimensión espiritual se encuentra más próxima de la nuestra, facilitando el contacto y estableciendo un puente más seguro para la comunicación y entendimiento de los encarnados.

Algunas técnicas que vienen siendo desarrolladas, especialmente en la llamada transcomunicación, parecen indicar un camino nuevo para las investigaciones, con la utilización de tecnología moderna siendo cada vez más necesaria para que se obtenga una mayor credibilidad para las comunicaciones.

La tentativa de saber más sobre la vida después de la vida continua siendo un tema apasionante, y relativamente abandonado por la ciencia, que no consigue encontrar o definir el instrumental adecuado para su exploración.

El hecho es que corresponde a cada uno saber hasta que punto confiar en los mensajes enviados por el mundo espiritual, separando las informaciones válidas de aquellas dadas por personas que quieren aprovecharse de una curiosidad que viene acompañando a la humanidad a lo largo de su existencia en el planeta.

Traducido del portugués por Pedro Rodríguez

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