La estructura del pensamiento

NUBOR ORLANDO FACURE

La construcción del “pensamiento” tiene inicio en la repetición de procesos químicos de atracción y repulsión que los primeros seres vivos aprendieron para alimentarse y huir de la hostilidad del ambiente. En esa larga caminata, el pensamiento pasó a ser el instrumento sutil de los deseos y de la voluntad del “principio inteligente”, que se desarrollaba exteriorizando materia mental para actuar en las formaciones de la materia física, obteniendo, por ese camino, las satisfacciones que procuraba. Aciertos y errores van combinándose para crear intenciones, deseos, voluntades, motivaciones y memorias.

La materia mental

La “materia mental” es creación de la “energía” que se exterioriza del Espíritu. Movilizando el “fluido cósmico” ella se difunde por un flujo de partículas y ondas, como cualquier otra forma de propagación de energía del Universo.

La calidad de la onda mental

Elaborando pensamientos, cada uno de nosotros crea en torno de si un “campo de vibraciones”. Impulsados por la voluntad, proyectamos una onda mental que nos es propia, capaz de caracterizarnos individualmente. Nuestro contenido mental construye un escenario que nos identifica. Y nadie puede huir de las imágenes que refleja.

Obedeciendo las mismas leyes de la energía de las partículas del mundo físico, las ondas y partículas de la “materia mental”, en grados variados de excitaciones, se expresan en frecuencia y colores particulares dependiendo de la intensidad y calidad del pensamiento, o sea, del contenido de la vibración mental emitida.

Cuando agitamos los átomos (incluyendo el núcleo y sus electrones circundantes) de una barra de hierro con una fuente de energía producimos calor de una extremidad a otra de esa barra. Por otro lado, la excitación solo de los electrones en un filamento metálico permitirá la transmisión de la luz, y la vibración de los núcleos atómicos de determinados materiales producirán emisión de rayos gama.

Tanto cuanto en la materia física, el pensamiento, también, produce ondas de longitud y frecuencia variadas, correspondientes al impulso de la voluntad o al esfuerzo del objetivo deseado envolviendo átomos, electrones o núcleos de “materia mental”.
   
La onda mental en tres niveles

Aprendemos con Einstein que la materia es expresión de energía en diferentes condiciones de vibración y velocidad. La energía mental también se manifiesta conforme las variaciones de la corriente ondulatoria, en la creación de los corpúsculos de la materia mental. Así, también, podemos identificar las mismas leyes que regulan la mecánica cuántica, en la transmisión de energía entre las partículas mentales.

Cuando vibramos los átomos de la materia mental, correspondiendo a la formación de calor en la materia física, vamos a generar ondas de gran longitud que, en la mente se establecen con el propósito de manutención de nuestra individualidad o de sustentar la noción del Yo. Esas ondas largas se prestan, también, para mantener la integración de nuestra unidad corporal, conectando el universo de billones de células que componen nuestro cuerpo físico.

Cuando ocurren las vibraciones de los electrones de la materia mental, se irradian luces de tonalidades diferentes conforme la energía alcanza los electrones de la superficie o de las proximidades del núcleo del átomo mental. 

Ese tipo de agitación ondulatoria corresponde a la emisión de pensamientos que van, desde una atención momentánea vuelta rápidamente a un cierto objeto, hasta una reflexión o a una concentración profunda intentando resolver cuestiones complejas que nos preocupan.

Por fin, ya vimos que la excitación de los núcleos atómicos genera los rayos gama y, en el campo de la mente, la correspondiente vibración de los núcleos de átomos mentales genera ondas ultracortas emitidas con inmenso poder de penetración de sus partículas. Esas vibraciones están ligadas a expresiones de sentimientos altruistas profundos, de apelos acuciantes o de aptitudes de meditación o concentración muy intensas.

La inducción mental

Inducción, en términos electrónicos, consiste en la transmisión de una corriente electromagnética entre dos cuerpos sin que haya contacto entre ellos. Este fenómeno ocurre por conjugación de ondas a través de un flujo de energía que es transmitido de un cuerpo a otro. En el campo mental ocurre proceso idéntico.

Podemos producir una corriente de ondas mentales susceptibles de reproducir sus propias características sobre otra corriente mental, cuando esa pasa a sintonizar con nosotros.

Expresando cualquier pensamiento en que creamos, estamos induciendo a otros a pensar como nosotros. La asimilación y aceptación que los otros hacen de nuestras ideas pasa a ser cuestión de pura sintonía.
Por otro lado, al abrazar una idea que nos seduce, absorbemos y pasamos a reflejar todas las corrientes mentales que se asemejan a esa idea, comulgando los mismos propósitos que ellas irradian. Aunque no queramos, estamos sintonizando y comprometiéndonos con todos los que piensan como nosotros.

Por tanto, nuestras ideas y convicciones nos ligan, compulsoriamente, a todas las mentes que piensan como nosotros y, cuanto mayor sea nuestra insistencia en sustentar una determinada idea o una opinión, más nos fijamos a las corrientes mentales de las personas que se sienten como nosotros y que comulgan las mismas opiniones.

Imágenes de la creación Mental

El Espíritu es la fuente generadora de todas las expresiones de la vida, y toda especie de vida se orienta o se modifica por el impulso mental.
Siempre que pensamos, estamos expresando una voluntad correspondiente al campo íntimo de nuestras ideas.

Creando ideas, estaremos emitiendo una determinada expresión de la energía mental, que se corporificará conforme el pensamiento emitido, componiendo ondas y corpúsculos, que se estructuran conforme el contenido deseado, la intensidad de la vibración emitida y el propósito del pensamiento proyectado.

En la expresión de cualquier pensamiento, la longitud de la onda emitida varía con la intensidad de la concentración en los objetivos deseados y la naturaleza de las ideas emitidas. Con las ideas creamos a nuestro alrededor un campo de vibraciones mentales que identifican, por su propio contenido, a nuestras más íntimas condiciones psíquicas.

En esa “atmosfera de ideas” que nos cerca, los corpúsculos de la materia mental que componen nuestros sentimientos modelan “imágenes” correspondientes a las ideas que mentalmente proyectamos.

Psíquicamente, en la medida que expresamos mentalmente una voluntad, un deseo, una idea, una opinión, un objetivo cualquiera, asumimos el papel de “portadores ambulantes”. Las voluntades adquieren formas, los deseos construyen moldes, las ideas adquieren vida, los objetivos y opiniones se exteriorizan, en escenas que se materializan a nuestro alrededor revelando concretamente a nuestros pensamientos.

Nuestra mente proyecta para fuera de nosotros las “formas”, las “figuras” y los “personajes” de todos nuestros deseos, inclusive con todo el contenido dinámico del escenario elaborado. Irradiamos una película con el argumento de todo lo que pensamos. Necesitamos darnos cuenta de que, con esa constelación de “adornos mentales”, atraemos o rechazamos las mentes encarnadas y desencarnadas que se asimilan con nosotros o desaprueban nuestro modo de pensar.

Perturbaciones del Flujo Mental

La creación de la materia mental se origina a costa del estímulo “ideatorio” del Espíritu, que es la fuente de la energía vital para el cerebro. El Fluido Cósmico ofrece el elemento “material” para esas construcciones.

Los corpúsculos mentales, bajo el impulso del Espíritu son exteriorizados en movimientos de agitación constante, produciendo corrientes de formas ideadas cuyas “imágenes mentales” se expresan en el aura de la personalidad que los crea. Cada uno de nosotros se acompaña de una “psicoesfera” particular que corresponde a firma espiritual.

En esos “vértices” de energía en que cada individualidad se exprime en las corrientes de materia mental, también se crea, por la vibración de átomos excitados, un flujo energético con el consecuente “residuo” electromagnético, que se expresa en la construcción del aurea de cada uno de nosotros. La capacidad creativa de la mente alimenta de forma permanente esa corriente en constante agitación.

El flujo resultante del proceso ideatorio, bien como su residuo, puede presentar perturbaciones semejantes a los defectos que conocemos en la circulación de la corriente eléctrica, común a cualquier aparato doméstico.

Empobrecimiento del aurea

En ciertas circunstancias, puede ocurrir la ausencia de corriente electromagnética residual, fenómeno observado en el cerebro de personas profundamente ociosas y en aquellas presas a una idea de características perturbadoras, cultivando males o venganzas. Los circuitos mentales permanecen bloqueados por largo tiempo, impidiendo la circulación adecuada del flujo mental, en razón de ideas fijas u obsesivas y de la ociosidad patológica.

Las lesiones orgánicas cerebrales perturban, naturalmente, las expresiones del pensamiento, ya que el cerebro es el vehículo para la manifestación física de la mente, afectando profundamente la dinámica del aura.

Las expresiones del “campo mental”

En nuestra actividad mental a través del discernimiento y del raciocinio nos da la prerrogativa de que escojamos nuestros objetivos.

Proyectando nuestras ideas, producimos los pensamientos, exteriorizando en nuestro entorno irradiaciones electromagnéticas de poder más o menos intensas, conforme la longitud de las ondas mentales emitidas.

Esa corriente de partículas mentales nacidas de emociones, deseos, opiniones y voluntades, construyen alrededor nuestro, escenas de cuadros vivos que son percibidos como flashes o imágenes seriadas, escenas continuas o repetitivas, con toda la dinámica de la idea proyectada y que nos colocan en sintonía con las mentes que armonizan con los pensamientos que exteriorizamos.

Ya vimos, también, que somos susceptibles de inducir “pensamientos/imágenes en los otros, así como recibimos “ideas/sugestiones” que se corporifican en vivificadas dentro de nuestra psico esfera.

La simple lectura de una página de periódico, una conversación de rutina, la contemplación de un cuadro, una visita a familiares, el interés por un espectáculo artístico o programa de televisión, un simple consejo, son todos “agentes de inducción” que nos comprometen psíquicamente con todas las mentes sintonizadas en los mismos asuntos.

Pensar o conversar constantemente significa proyectar en los otros y atraer para nosotros las mismas imágenes que creamos, soportando en nosotros mismos las consecuencias de esa influencia recíproca.

Persistir en ideas fijas que insistimos en no abandonar, adoptar comportamientos obsesivos, convivir con tensiones emocionales deliberadamente violentas, nos esclaviza a un ambiente psíquicamente infeliz, con imágenes que nos forjamos y que nos mantienen en un circuito de reflejos condicionales viciosos y potencialmente destructores.

Construimos con el contenido de nuestros pensamientos el campo mental que nos cerca y vivimos psíquicamente dentro de él, obedeciendo a leyes fundamentales relacionadas con la estructuración de ese campo.

Las Leyes del campo mental

Primera Ley

Precisamos insistir que el campo mental es resultado de emisión de ideas que nosotros mismos creamos con nuestra participación exclusiva y, por tanto, con nuestra total responsabilidad. Somos los únicos responsables por el campo mental que optamos construir.

Segunda Ley

Dice respecto a la asimilación, la aceptación y la sintonía mental. Establece que nosotros estamos ligados, por elección propia, únicamente a las mentes con quien nosotros nos encariñamos.

Por lo tanto, además de la sintonía, es necesario que haya, siempre, aceptación de las ideas, para que asimilemos las interferencias buenas o malas que recibimos de otras mentes, tanto encarnadas como desencarnadas.
La ley de asimilación merece una atención especial por una particularidad de la mayor importancia y que precisamos destacar. Siempre que idea nos incomoda, nos martiriza o nos rebela, ella solo estará presente en nosotros por la aceptación que hacemos, conscientemente o no, de su contenido, y por las ligaciones mentales que mantenemos con su emisor. Esa paradoja es muy común en el pensamiento freudiano. Rechazo y odio explican mucho de nuestros deseos inaparentes.

Tercera Ley

Se refiere al proceso de estudiar y aprender que nos posibilita desenvolver el discernimiento y el raciocinio. Cada uno de nosotros solo asimilaría ideas, sugestiones o informaciones Inéditas o innovadoras, que construyen nuestro aprendizaje, si ya desenvolvimos el nivel de comprensión necesario al avance de esos puntos de vista.

Un buen ejemplo para esa ley son las tres revelaciones – Moisés, Jesús y el Espíritu de la Verdad – cada una a su tiempo. Necesitaron esperar el momento adecuado de madurez para que pudiese ser aceptada y comprendida.

Las tres leyes del campo mental merecen un estudio cuidadoso para orientarnos en muchas de nuestras decisiones, como por ejemplo el ambiente que frecuentamos, de las noticias que comentamos, de la información que buscamos, la educación de los hijos, y principalmente de la búsqueda de nuestro crecimiento espiritual.

(Estudio basado en la obra de André Luiz, “Mecanismos de la Mediúmnidad”, psicografiada por Francisco Cándido Xavier y Waldo Vieira, ed. FEB.)

Traducida del portugués por Pedro Rodríguez

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