El cerebro de Einstein

RICARDO ORESTES

La revista “VEJA”, edición de nº 1915, de 27 de Julio de 2005, trae un reportaje conmemorativo de los cien años del lanzamiento la teoría del genio Albert Einstein que modificó la manera de ver el Universo. Fue el annus mirabilis de ese gran hombre de ciencia y que, ni por eso, desacreditaba en la existencia de un Ser Superior como autor de todo lo que sabemos y, principalmente, de aquello que todavía no tenemos la menor condición de entender.

Einstein manifestó en vida la intención de donar su cuerpo para experiencias científicas, no dejando, in embargo, nada por escrito para que no quedase esa decisión como algo teatral, conforme nos informa el referido reportaje. Inclusive así, Thomas Harvey, el médico forense que realizó la autopsia en el hospital de Princeton, -continúa informando la revista “VEJA”-, decidió por cuenta propia preservar el cerebro del científico para futuros estudios.

En 1999, investigadores científicos de la Universidad Mac-Master, en Canadá, constataron que tanto el hemisferio derecho como el izquierdo del cerebro de Einstein presentaban muchas diferencias en relación al cerebro de un hombre normal. Los científicos acostumbran a discordar cuanto al concepto de que las diferencias encontradas en el cerebro de los seres superdotados prueban la explicación para la existencia de la genialidad en aquellos que así se consagraron delante de los hombres. En el inicio del presente año, fue levantada la tesis de que el cerebro privilegiado en determinadas regiones del consagrado científico justificaría la marca de su genialidad dejada en la historia de la Humanidad.

En la pregunta nº 71 de El Libro de los Espíritus, es esclarecido a Allan Kardec que la inteligencia y la materia son independientes, pudiendo un cuerpo sin inteligencia continuar viviendo. Necesita, no obstante, la inteligencia para poder manifestarse la unión con el espíritu para que la inteligencia “intelectualice” la materia.

Vale recordar también sobre dicho reportaje en cuestión, que en la pregunta nº 218 de El Libro de los Espíritus, recibimos la enseñanza de que los conocimientos adquiridos en cada existencia no se pierden. “Libertado de la materia, el Espíritu los conserva”. Si así no fuese, continua esclareciendo el mismo libro, el Espíritu debería recomenzar siempre para adquirir los mismos conocimientos, lo que, felizmente, no ocurre, iniciando cada ser una nueva existencia exactamente desde el punto en que llegó en la existencia anterior.

Así se hace necesario recordar la pregunta nº 219 de El Libro de los Espíritus, donde nos enseñan que las facultades extraordinarias de determinados individuos son recuerdos del pasado, del progreso anterior de su alma.

Dicho esto, entendemos que bajo la óptica de la Doctrina Espírita, el cerebro privilegiado, anatómicamente hablando, de Albert Einstein no era la causa de su genialidad, mas si el instrumento adecuado para que su inteligencia desenvuelta se manifestase. Si tuviese el un cerebro sin ninguna diferenciación tendríamos el problema de ofrecer un mal instrumento musical a un músico virtuoso, limitando la belleza de sus composiciones; o de la misma manera que si es usada tinta de mala calidad y pinceles de la misma rudeza a un genio de la pintura, es obvio que esto perjudicaría sus cuadros. La existencia de alteraciones en determinadas regiones cerebrales  del consagrado científico, encontradas en su autopsia, no invalida las explicaciones espíritas sobre la inteligencia como un atributo extra-material y fruto del aprendizaje que se ha conseguido en vidas anteriores.

Muchos argumentaran, en replica a la pregunta nº 219, que Einstein estudió y por eso concibió su teoría basada en los conocimientos adquiridos a través de los estudios de su actual existencia. Contra esa explicación, citamos un hecho de la vida del científico relatado en el reportaje en cuestión: “Sus biógrafos dicen que su genialidad residía en la capacidad única de visualizar mentalmente imágenes tridimensionales. Por ejemplo, él se imaginó cabalgando en un rayo de luz y supo sacar de ello conclusiones que iban más allá de la física conocida”.

Nota: La idea que nos presenta el espiritismo en relación a la genialidad, está vinculada al progreso del espíritu en reencarnaciones anteriores, como muy bien explica el autor en este punto. Cabe recordar, sin embargo, que el proceso de estudio y aprendizaje es también fundamental para el desarrollo de las facultades latentes en el espíritu encarnado. Sin éste último trabajo, la genialidad sería algo innato en el espíritu, pero sin desarrollar por faltarle el trabajo y la ejercitación mental necesaria. (Nota de Córdoba Espírita)

¡Ahí está! ¿Alguien conoce alguna Universidad en cualquier punto del planeta que enseñe a alguien imaginarse cabalgando un rayo de luz?
¿Qué Universidad habría enseñado a Isaac Newton a raciocinar como solo él lo hizo? ¿Qué facultad habría enseñado a Pablo Picasso el cubismo que lo inmortalizó?

Y así podríamos formular una serie de indagaciones sobre la vida de cada genio que marcó la historia del progreso de la Humanidad.

Los minerales existen, pero no poseen vida orgánica. Las plantas viven pero no piensan. El Espíritu vive, piensa, raciocina y desenvuelve su inteligencia en una serie interminable de adquisiciones que son demostradas a través de los recursos materiales de los cuerpos físicos que vengan a revestirse en su jornada en la fase de la Tierra, constituyéndose en la causa de la genialidad que, de tiempo en tiempo, se registra en nuestra historia.

Traducido del portugués por Pedro Rodríguez

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